Un té caliente, la
vista fija en la plaza y el sol escondiéndose tras el enjambre de
casas blancas que componen la vieja medina. Añadiendo la buena
compañía de gratos conversadores, no hace falta más para pasar una
tarde tranquila y apacible en el pequeño pueblo de Moulay Idriss
Zerhoun. Ha empezado a oscurecer y la voz del almuacín se eleva
sobre todo ruido existente llamando a la oración del Asr,
en menos de un minuto el sosiego de la plaza se transforma en un
continuo vaivén de viandantes camino a la mezquita para realizar el
Salat. Después de tres meses
viviendo en el Reino Alauí, en lo limitado de mi experiencia y en
los pocos sitios que he podido visitar he encontrado un denominador
común en las puertas del templo: no está permitido el acceso a no
musulmanes, y de existir esta posibilidad será reducida al interior
del patio de las abluciones y nunca al lugar de culto.
No
escribo estas lineas con acritud ni acusación, simplemente por el
conocimiento e interés. De ninguna manera aceptaría que la mezquita
se convirtiera en un circo para turistas que satisfagan sus exóticas
curiosidades y sus necesidades fotográficas viendo como los fieles
acercan sus frentes contra la alfombra repetidas veces, pero por lo
demás ¿Que hay dentro de ese espacio, salvo la comunicación del
ser humano con Dios que merezca tanto celo en su guarda y protección?
El
Islam, junto con las otras dos grandes religiones monoteístas
(Judaísmo y Cristianismo) tiene en común su carácter abrahámico y
su creencia fundamental del único Dios “la
ilaha illa Allah”
atestigua el creyente musulmán en el Tawhid
mientras recita la primera parte de la Sahada y
“Credo in unum
Deum”
ha manifestado el cristiano a lo largo de los siglos. En esencia
ambas creencias reflejan la fe en el Dios Único. Por otra parte el
Islam es la religión de los Profetas, desde Ibrahim (Abraham en la
tradición judeo-cristiana), padre de los monoteístas, Ismâ`îl
(Ismael) Mûsâ
(Moises),
Ya`qûb
(Jacob) o ʿĪsā
Ibn Maryam (Jesús hijo de María, Jesucristo en el cristianismo)
hasta Muhammad (Mahoma), sello de los profetas y el Enviado de Dios a
la humanidad. Siendo así ¿por qué la humanidad no tiene libre
acceso al santo lugar?
En
honor a la verdad existe un punto contradictorio a las restricciones
que rige la norma, de puertas para fuera, la población
arabo-musulmana con la que he tenido contacto se deshace en elogios
por aquel que muestra interés por su cultura, lengua y religión. Algunos de ellos me han llegado a confesar su disconformidad con la prohibición y que el derecho a entrada debería ser universal. "No se puede conocer algo sin entrar en él para verlo" me comentaba Hassan mientras compartíamos el rato de nuestro té cotidiano. Su
cara de celebridad denota un verdadero sentimiento de comunidad, aun
sabiendo que el camino de la conversión quede mas lejano que
próximo.
Aceptando
que el no musulmán no pueda acceder a la mezquita, la pregunta
interesante en lo referente a una religión que aproximadamente
cuenta con 1.500 millones de seguidores repartidos por todo el mundo
es ¿Quien dictamina quien es musulmán y quien no de cara al acceso
al templo? Si esgrimimos ejemplos claramente visibles, desde luego
que mi aspecto de ciudadano occidental siempre irá en detrimento en
comparación con un “barbudo”, y aún profesando la fe del
Profeta, siempre veré que una mano obstaculiza mi ingreso a la
mezquita en un primer momento. Se podría poner otro ejemplo, aun más
susceptible de éxito, si se tomara como ejemplo un cristiano
maronita libanés, un egipcio copto e incluso un judío árabe,
siempre tendrán más posibilidad de entrada en primera instancia que
un blanco occidental musulmán. Repito, en primera instancia.
Este
episodio, que no deja de ser un acto de distinción entre unos y
otros; nosotros y ellos rompería en cierta medida con la idea de
Umma
o comunidad de creyentes y el mensaje universal revelado en El Libro.
Al
otro lado del Mediterráneo, en países occidentales de tradición
cristiana´también podemos encontrar los casos de comunidades
musulmanas más o menos abiertas al exterior y a cuanto le rodea. En
los últimos años, bien es cierto que los medios de comunicación
liderados por Occidente han creado una campaña demonizadora, o mejor
dicho maniquea y general del Islam, resumiendolo a fanatismo y
terror, y que a su vez ha exacerbado las ideas e interpretaciones más
radicales por parte de colectivos musulmanes, fomentando un mayor
hermetismo a una comunidad ya cerrada, provocando a la larga una mala
integración social por parte de unos y de otros.
Conociendo
la existencia de musulmanes en los cinco continentes volveré a la
pregunta anterior ¿Quien determina quien lo es y quien no lo es?
Efectivamente en este caso, un mortal que se atreve a dar juicio bajo
su primera impresión según el color de la piel, maneras de vestir
etc. Un gestor de “Documentos de Identidad Islámica” que da por
sentado que el hábito
hace al monje
Pero para responderme a esta pregunta, aún asumiendo mi condición
de agnóstico, me quedaré con la respuesta otorgada por un guardián
anónimo que custodia el Mausoleo de Moulay Idriss II en Fez “Sólo
Dios conoce tu religión y tus intenciones de entrar en la mezquita y
sólo Él puede juzgarte el día que tengas que dar cuenta de tu vida
en la tierra”
Quizás y aún saliendo de toda visión sociológica o científica,
este discurso podría servirme como comprensión, si realmente
existiera, y no fuera la mano del hombre la que prohíbe el paso y
determina quien es digno y quien no.
Ruego
mis palabras se tomen por las que son, una visión aproximada de un
ignorante que vive en la Jahiliyyah,
nombrado ateo por unos y creyente fuera de todo tipo de dogma dictado por una
voz humana por otros. Una realidad existente, en este punto del
Mediterráneo donde me hallo, y del que estoy seguro de que si en este lugar existen prohibiciones, habrá otros que aún no conozco que existan laxitudes en
el nombre de Dios el Clemente, el Misericordioso”.
Víctor Navarro
Como bien dices, es la mano del hombre la que permite o no, así en Jerusalem, en la mezquita de Al-Aqsa, es el ocupante israelí el que permite la entrada o no a los no creyentes según la hora, y en cambio en la mezquita de Khalil/Hebrón donde se encuentra la tumba del profeta y donde 29 palestinos fueron asesinados por un fanático judío-nortemaericano, se puede entrar aunque siempre según la discrccionalidad del ejército ocupante. Salut desde São Paulo donde tenemos templos católicos, protestantes, ortodoxos, mezquitas, sinagogas, pagodas budistas y terrerors del Candomble y la Umbanda.
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